Difícil negociación por miles de millones para tratado climático
Posted on 16:31 by Carlos Paniagua
Åre (Suecia), (dpa) - El que se mueve primero, pierde. Ni países industrializados ni emergentes revelan en las negociaciones sobre el clima quién ofrecerá cuánto. Primero debe estar claro en qué se gastarán los miles de millones y quién los administrará, destacaron los futuros dadores.
Junto a la UE, se trata sobre todo de Estados Unidos, Japón, Australia y Canadá. Los países emergentes y en vías de desarrollo, a su vez, no quieren fijar compromisos climáticos vinculantes, y menos sin la confirmación financiera en firme del mundo rico.
Pero el tiempo se agota. El mundo quiere lograr en diciembre en Copenhague un nuevo acuerdo sobre el clima. La reunión de los ministros de Medio Ambiente europeos en la estación de deportes de invierno de Åre, en el norte de Suecia, fue "el último entrenamiento antes de la final", bromeó el ministro de Medio Ambiente de Suecia, Andreas Carlgren.
Pero aunque Carlgren, ataviado con chaqueta de cuero y jeans rojos, se mostrara relajado, sabe que le esperan tiempos difíciles. Como presidente del Consejo de la UE, Estocolmo representa al bloque en las negociaciones sobre clima y debe calmar los ánimos hacia afuera y hacia adentro de la UE.
Los 192 Estados que se sentarán a la mesa de negociaciones en Copenhague deben alcanzar al menos "un acuerdo sustancial". Los "detalles técnicos" pueden negociarse después, dicen los negociadores. Pero si en la capital danesa no se logra un avance y hasta mayo de 2010 no se firma el tratado definitivo, se pierden fechas importantes.
Así, en otoño de 2010 las elecciones legislativas en Estados Unidos serán una prueba importante para el presidente Barack Obama. Bajo su égida, Estados Unidos se convirtió en un portador de esperanza en asuntos relacionados con el clima, pero cuando Obama esté en campaña electoral tendrá las manos atadas.
En 2012 expira el Protocolo de Kyoto. Entonces debe estar en vigencia el nuevo tratado climático.
Las temperaturas pueden aumentar a lo sumo dos grados por encima del promedio pre-industrial, es el consenso generalizado. Las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) deberán reducirse a la mitad hasta el 2050.
Pero dado que los países emergentes aún registrarán un crecimiento gigantesco, los países desarrollados deberán reducir emisiones alrededor de un 80 por ciento.
Ahora, la batalla es por la distribución de esas cargas. Tampoco los europeos escapan a los trucos. Como ejemplo, el tema del año base: La UE ya resolvió reducir sus emisiones de CO2 con respecto a 1990 hasta 2020 en un 20 por ciento. Suena bien, pero si se toma como año base el 2005, como reclaman Japón y Estados Unidos, es sólo un 14 por ciento del total.
En ese lapso comparativo, Tokio y Washington aportan porcentajes similares a la balanza. Con 1990 como año base, en cambio, serían sólo un 9 y un 7 por ciento. Muy por debajo de los reclamos de la ciencia.
Europa registró en los 90 una masiva caída de la industria pesada del bloque del este y, por lo tanto, un retroceso automático de las emisiones de CO2. Estados Unidos y Japón, en cambio, registraron fuertes tasas de crecimiento.
En el tema dinero, el asunto se pone crítico entre países ricos y pobres. Según las estimaciones, pueden hacer falta en todo el mundo unos cien mil millones de euros en la lucha contra el cambio climático. Lo que está claro es que deben pagar la cuenta las naciones industrializadas. Ellas fueron las que causaron el cambio climático.
Dado que el Tercer Mundo hace valer su derecho al crecimiento y las naciones industrializadas reclaman que éste sea bajo en emisiones, deberán meter la mano en el bolsillo. Sin embargo, actualmente todos se resisten a comprometerse.
También los países en vías de desarrollo y los emergentes negocian. A China se le reconoce cooperación. Pero Pekín no quiere fijar metas climáticas concretas, para no poner en peligro su posición líder en el círculo de países desarrollados.
El más duro, se dice, es la India. El país reclama el derecho a tener emisiones per cápita similares a las de los países ricos, lo que sería una catástrofe para el planeta.
En los círculos negociadores se niega, sin embargo, la existencia de frentes inflexibles. Se dice que la variedad de voces es habitual y que cada uno toma una posición. Las cifras que se mencionan tampoco son utópicas vistas en perspectiva, dicen. De hecho, argumentan, sumas similares ya van a parar a los países en vías de desarrollo. Las subvenciones agrarias anuales son de hasta 500.000 millones de euros al año.
Sólo queda la disputa interna en la UE por la distribución de las cargas. La UE quiere distribuir su parte entre los países miembros con un baremo que aún debe ser negociado y que de ninguna manera deber corresponderse necesariamente con el esquema internacional.
Polonia, que quema carbón para generar energía, pide que la cuenta se haga en base al rendimiento económico y no a las emisiones de CO2. Para la UE, la disputa por los miles de millones empieza justamente en Copenhague.
Fuente: Diario Nuestro País, http://www.elpais.cr/articulos.php?id=10151
Junto a la UE, se trata sobre todo de Estados Unidos, Japón, Australia y Canadá. Los países emergentes y en vías de desarrollo, a su vez, no quieren fijar compromisos climáticos vinculantes, y menos sin la confirmación financiera en firme del mundo rico.
Pero el tiempo se agota. El mundo quiere lograr en diciembre en Copenhague un nuevo acuerdo sobre el clima. La reunión de los ministros de Medio Ambiente europeos en la estación de deportes de invierno de Åre, en el norte de Suecia, fue "el último entrenamiento antes de la final", bromeó el ministro de Medio Ambiente de Suecia, Andreas Carlgren.
Pero aunque Carlgren, ataviado con chaqueta de cuero y jeans rojos, se mostrara relajado, sabe que le esperan tiempos difíciles. Como presidente del Consejo de la UE, Estocolmo representa al bloque en las negociaciones sobre clima y debe calmar los ánimos hacia afuera y hacia adentro de la UE.
Los 192 Estados que se sentarán a la mesa de negociaciones en Copenhague deben alcanzar al menos "un acuerdo sustancial". Los "detalles técnicos" pueden negociarse después, dicen los negociadores. Pero si en la capital danesa no se logra un avance y hasta mayo de 2010 no se firma el tratado definitivo, se pierden fechas importantes.
Así, en otoño de 2010 las elecciones legislativas en Estados Unidos serán una prueba importante para el presidente Barack Obama. Bajo su égida, Estados Unidos se convirtió en un portador de esperanza en asuntos relacionados con el clima, pero cuando Obama esté en campaña electoral tendrá las manos atadas.
En 2012 expira el Protocolo de Kyoto. Entonces debe estar en vigencia el nuevo tratado climático.
Las temperaturas pueden aumentar a lo sumo dos grados por encima del promedio pre-industrial, es el consenso generalizado. Las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) deberán reducirse a la mitad hasta el 2050.
Pero dado que los países emergentes aún registrarán un crecimiento gigantesco, los países desarrollados deberán reducir emisiones alrededor de un 80 por ciento.
Ahora, la batalla es por la distribución de esas cargas. Tampoco los europeos escapan a los trucos. Como ejemplo, el tema del año base: La UE ya resolvió reducir sus emisiones de CO2 con respecto a 1990 hasta 2020 en un 20 por ciento. Suena bien, pero si se toma como año base el 2005, como reclaman Japón y Estados Unidos, es sólo un 14 por ciento del total.
En ese lapso comparativo, Tokio y Washington aportan porcentajes similares a la balanza. Con 1990 como año base, en cambio, serían sólo un 9 y un 7 por ciento. Muy por debajo de los reclamos de la ciencia.
Europa registró en los 90 una masiva caída de la industria pesada del bloque del este y, por lo tanto, un retroceso automático de las emisiones de CO2. Estados Unidos y Japón, en cambio, registraron fuertes tasas de crecimiento.
En el tema dinero, el asunto se pone crítico entre países ricos y pobres. Según las estimaciones, pueden hacer falta en todo el mundo unos cien mil millones de euros en la lucha contra el cambio climático. Lo que está claro es que deben pagar la cuenta las naciones industrializadas. Ellas fueron las que causaron el cambio climático.
Dado que el Tercer Mundo hace valer su derecho al crecimiento y las naciones industrializadas reclaman que éste sea bajo en emisiones, deberán meter la mano en el bolsillo. Sin embargo, actualmente todos se resisten a comprometerse.
También los países en vías de desarrollo y los emergentes negocian. A China se le reconoce cooperación. Pero Pekín no quiere fijar metas climáticas concretas, para no poner en peligro su posición líder en el círculo de países desarrollados.
El más duro, se dice, es la India. El país reclama el derecho a tener emisiones per cápita similares a las de los países ricos, lo que sería una catástrofe para el planeta.
En los círculos negociadores se niega, sin embargo, la existencia de frentes inflexibles. Se dice que la variedad de voces es habitual y que cada uno toma una posición. Las cifras que se mencionan tampoco son utópicas vistas en perspectiva, dicen. De hecho, argumentan, sumas similares ya van a parar a los países en vías de desarrollo. Las subvenciones agrarias anuales son de hasta 500.000 millones de euros al año.
Sólo queda la disputa interna en la UE por la distribución de las cargas. La UE quiere distribuir su parte entre los países miembros con un baremo que aún debe ser negociado y que de ninguna manera deber corresponderse necesariamente con el esquema internacional.
Polonia, que quema carbón para generar energía, pide que la cuenta se haga en base al rendimiento económico y no a las emisiones de CO2. Para la UE, la disputa por los miles de millones empieza justamente en Copenhague.
Fuente: Diario Nuestro País, http://www.elpais.cr/articulos.php?id=10151
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