Argentina inicia uso obligatorio de biocombustibles en el transporte
Directriz obliga a la mezcla de gasolina con etanol y de gasóleo con biodiesel, en una proporción de 5%, que podría llegar a 20% en el 2015
Buenos Aires. Con retraso por dificultades de abastecimiento, empieza este año en Argentina la mezcla obligatoria de gasolina con etanol y de gasóleo con biodiesel, en una proporción de cinco por ciento, que podría llegar a 20 en 2015.
Los consumidores no advierten la diferencia. La gasolina y el gasóleo tradicionales, derivados del petróleo, vienen mezclados con etanol, o alcohol carburante, y biodiésel respectivamente, en la proporción que exige la ley, aunque tanto el gobierno como las empresas admitieron que llevará un año implementar la medida a pleno.
La principal ventaja de estos combustibles es que emiten menos dióxido de carbono y otros gases causantes del recalentamiento planetario.
En Argentina, el etanol se produce a partir de la caña de azúcar. Para atender la demanda obligatoria que genera la ley se requieren 282.000 metros cúbicos de etanol, pero por el momento sólo hay 202.000 disponibles.
Osvaldo Bakovich, coordinador de Biocombustibles de la Secretaría de Energía, explicó a Tierramérica que hay centrales que aún no empezaron a producir. Por eso se prevé que la provisión de etanol estará completa a fin de año.
La información fue ratificada por el director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, Claudio Molina.
“El programa de corte de nafta (gasolina) con etanol comenzó parcialmente el 1 de enero”, dijo Molina a Tierramérica.
“Según la disponibilidad y las facilidades logísticas, habrá lugares del país con cortes de cinco o 10 por ciento y otros donde no habrá. Pero para 2011 el programa estará regularizado en todo el país”, vaticinó.
Molina informó de proyectos de obtención de etanol vegetal de distintas materias primas, como maíz o mandioca, “pero, por ahora, el gobierno otorgó licencia sólo a productores de etanol de caña, cuyas plantas ya funcionan en las (norteñas) provincias de Jujuy, Tucumán y Salta”, dijo.
Pero la verdadera estrella de los agrocarburantes en Argentina no es el etanol, como en Brasil o en Estados Unidos, sino el biodiésel.
Desde que se promulgó la Ley de Biocombustibles (26.093), en 2006, se inyectaron fuertes inversiones al sector, pero la producción se ha destinado sólo a mercados externos en los que ya estaban vigentes normas de mezclas para restringir la quema de hidrocarburos en el transporte.
En Argentina, la nueva norma creó un mercado interno que se expandirá en los próximos años. Para Bakovich, ya no hará falta importar gasóleo o “gasoil”, como ahora, que insume unos 1.000 millones de dólares anuales para satisfacer la demanda del transporte.
En este país el combustible más usado es el gasóleo, con 12 millones de metros cúbicos anuales. Según el Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina, 66 por ciento de los automóviles, camiones y maquinaria agrícola utilizan este contaminante combustible El resto se reparte entre gasolina (17 por ciento) y gas natural comprimido (17 por ciento).
Para cumplir con la mezcla inicial hacen falta 860.000 toneladas de biodiésel. La oferta se apoya en la inmensa producción de soya, la oleaginosa que lidera las exportaciones del país. Además de proveer al mundo del grano y la harina, Argentina es la primera exportadora mundial de aceite de soja.
Eso explica por qué no han prosperado otros planes basados en cultivos más eficientes para obtener biodiésel, como el piñón botija ( Jatropha curcas ) o el ricino ( Ricinus communis ), que aportan tres veces más aceite que la soja y crecen en tierras marginales. “Arrancamos con el biodiésel de soja hasta que se desarrollen otras fuentes”, admitió Bakovic.
Con la infraestructura ya montada, grandes aceiteras se lanzaron al negocio del biodiésel. En principio destinaron el nuevo combustible al mercado internacional, pero desde la entrada en vigor de la ley nacional, se requirió una parte de esos volúmenes para cumplir con la cuota.
La ley exige que los proveedores de agrocarburantes sean empresas pequeñas o medianas, vinculadas a productores rurales o con una parte del capital público. Pero, a la hora de empezar con la mezcla, los productores con esas características no podían satisfacer la demanda total.
El gobierno acordó en las últimas semanas comprar todo el biodiésel que producen esas empresas pequeñas, unas 300.000 toneladas, y aceptó distribuir entre las grandes exportadoras las 560.000 toneladas restantes, hasta completar el volumen requerido.
“Para los grandes productores, la operación en el mercado interno es marginal. El grueso lo exportan”, afirmó Molina. Los principales mercados están en la Unión Europea y Estados Unidos, donde también rige una mezcla obligatoria, cada vez mayor en porcentaje y exigencias.
Otro factor que justifica el protagonismo de la soja es que en Argentina la exportación de aceite está gravada con un impuesto de 32 por ciento. En cambio, si el aceite se transforma en biodiésel, éste paga un gravamen de exportación de apenas cinco por ciento, y la mitad de él se recupera mediante reintegros impositivos.
Para 2015 se prevé que el mercado interno opere con una mezcla de 20 por ciento de biodiésel, según la Secretaría de Energía. Para entonces, la capacidad instalada será de seis millones de toneladas, varias veces el consumo interno previsto para este año, pronosticó Molina.
El menor porcentaje de emisiones contaminantes depende de la eficiencia del cultivo y del resto de la cadena productiva y logística. El agrocombustible de soya, “en los cálculos más optimistas, permite una reducción de emisiones de 31 por ciento promedio”, dijo a Tierramérica Juan Carlos Villalonga, director de Greenpeace Argentina. El dato varía mucho según el rendimiento de la cosecha, alertó.
Bakovic fue más cauto, citando una reducción de 20 por ciento.
“Para que se logre un verdadero impacto, la reducción debería ser de 50 por ciento”, indicó Villalonga. Y advirtió que si para producir un combustible verde se utiliza en exceso el transporte, el riego y la energía en las centrales de producción y expendio, las desventajas pueden ser más que los beneficios.
Según Villalonga, la posible competencia por el uso del suelo con la producción alimentaria, quedó atenuada por la nueva Ley de Bosques (26.331), que frena el avance de la frontera agropecuaria para monocultivos como la soja.
“No creo que haya presión extra sobre la tierra porque hay capacidad ociosa para producir biocombustibles. Pero los biocombustibles no hacen milagros. Si Argentina quiere que su transporte emita menos, haría mucho más mejorando el servicio de carga del ferrocarril --reemplazado en los últimos años por camiones-- que utilizando 100 por ciento de biocombustibles”, aseguró.
Fuente: La Nación, http://www.nacion.com/ln_ee/2010/febrero/16/aldea2271465.html
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