Estado del planeta Tierra
De nuevo tomamos el pulso al clima y a la biosfera del planeta a través de unos resultados científicos elegidos casi al azar, más o menos relevantes, y producidos a lo largo de los últimos y escasos meses. No son todos, pero dan una idea de la dirección que llevamos.
Análisis
Se han producidos cambios biológicos documentados en las últimas décadas en el hemisferio Norte. Estos cambios han sido atribuidos al calentamiento global, cambios como la extinción de especies o su reubicación en otros lugares. Estos cambios han sido más rápidos en la zona templada que en la ártica. ¿Es el impacto necesariamente mayor en las regiones donde más sube la temperatura?
En un trabajo reciente [1], [2] se proporcionan pruebas de que, aunque el aumento de temperatura ha sido menor en los trópicos, el impacto sobre la vida allí podría ser más grande que en climas templados. El estudio se centro en animales de sangre fría.
Los investigadores se valieron de cerca de 500 millones de lecturas sobre temperatura leídas en más de 3000 estaciones a lo largo de todo el mundo entre 1961 y 2009. Además examinaron el efecto del aumento de la temperatura sobre el metabolismo de los animales estudiados.
Los datos indican que la temperatura ha aumentado desde 1980, siendo consistentes respecto a otros estudios. Estos cambios han sido más rápidos en el Ártico y más lentos en los trópicos.
Un ritmo metabólico mayor requiere más consumo de comida y oxígeno, por tanto los cambios metabólicos son importantes a la hora de comprender el impacto del cambio climático sobre los ecosistemas. Un mayor ritmo metabólico indica que el animal vive una vida más intensa.
Así por ejemplo, se sabe que cuanto más cálida es la temperatura más aumenta el ritmo metabólico de los animales de sangre fría.
Según este estudio el aumento de temperatura tendrá un mayor impacto en la vida animal de los trópicos, aunque allí la temperatura no aumente tanto como en otras regiones del globo. Sin embargo, el impacto metabólico será menor en el Ártico. Por tanto, no hay una proporcionalidad directa entre aumento de temperatura e impacto biológico.
El aumento de temperatura ya acontecido en los trópicos ha expuesto al cuerpo de los animales por encima de la temperatura óptima.
Hasta ahora se había casi ignorado el efecto del calentamiento global sobre la biología tropical.
Como cabría esperar, el informe de 2010 [3] que NOAA ha emitido sobre la situación del Ártico no es nada positivo. Aunque las noticias al respecto ya no salen en los medios, el Ártico sigue calentándose. El Ártico es el “refrigerador” del planeta, sin él la temperatura del planeta se elevará aún más al desaparecer la capa de hielo o nieve blanca que lo cubre en parte.
Según un grupo de 69 científicos el calentamiento ya afecta a la población y al ecosistema de esa región. Así por ejemplo, Groenlandia experimenta marcas nunca vistas de temperatura, sus hielos se derriten y los glaciares van desapareciendo. Los hielos flotantes de verano continúan su declive alcanzándose la menor superficie cubierta desde que se tienen datos de satélite. Este año el mínimo ha sido del tercer mínimo más importante desde 1979, sobrepasado únicamente por los de 2008 y 2007. En cuanto a la nieve ártica cubrió otro mínimo desde que se tienen registros (1966).
El efecto sobre los ecosistemas, sobre el permafrost o sobre la circulación oceánica y las consecuencias climáticas de este fenómeno no lo vamos a repetir una vez más aquí.
Según estos expertos cualquier cosa que vaya a pasar en el resto del planeta pasará antes en el Ártico.
Quizás ayude en la toma de registros una idea [4] en la que se usan narvales para transportar instrumentos de medida a lo largo de las aguas de las regiones árticas. Es la primera vez que se usan este tipo de animales en este tipo de estudios.
Según otro grupo [5], [6] el efecto del calentamiento del Ártico se está acelerando. Uno de los factores que parecen afectarlo son las emisiones procedentes de la mala combustión del gasoleo en los barcos que circulan por la zona. Estas emisiones depositan carbón negro sobre las zonas más sensibles de la región. Este carbón absorbe la luz del sol y calienta la zona sobre la que se deposita. Para 2030 se espera que estos barcos depositen 4,5 gigatoneladas de negro carbón en la región.
Para todos aquellos que guiados por su fe cree que el dióxido de carbono no es el culpable del calentamiento global hay que recordar uno de los últimos estudios [7] al respecto realizado por científicos de la NASA.
Aunque el vapor de agua y las nubes son grandes actores en el efecto invernadero de este planeta, el dióxido de carbono es el que al final controla la temperatura de la Tierra, al menos según un modelo climático realizado por Andrew Lacis y sus colaboradores de la NASA.
Concluyen que sin la presencia de gases de efecto invernadero que no se condensen, otros gases, como el vapor de agua, son incapaces de proporcionar la retroalimentación necesaria que amplifique el efecto invernadero.
Sin embargo, el dióxido de carbono es responsable del 80% de toda la “fuerza radiativa” que mantiene el efecto invernadero en la Tierra. Sin este soporte el vapor de agua se condensaría y dejaría de ofrecer efecto invernadero, pese a que en la actualidad es responsable del 50% del efecto invernadero.
En conclusión, hay una relación directa entre dióxido de carbono y efecto invernadero. Este gas actúa como un termostato que regula la temperatura.
Según estos investigadores el calentamiento global está producido por la emisión de gases de efecto invernadero de origen antropogénico, principalmente dióxido de carbono.
Consecuencias
A lo largo de a última década las avalanchas de rocas y los corrimientos de tierra en alta montaña son mucho más frecuentes. Estos signos tempranos son un aviso de que el calentamiento global se está produciendo. Este tipo de fenómenos se producen debido a la fusión de glaciares y permafrost que elimina el “pegamento” que mantiene ese material en las laderas de las montañas.
Pero al parecer lo peor está por llegar. Los glaciares de los conos volcánicos pueden llegar a desestabilizar grandes cantidades de materiales y hacer desaparecer ciudades como Seattle y destrozar grandes infraestructuras.
Aunque el fenómeno no es nuevo, la última vez que sucedió fue hace 10.000 años. Al final de la última era glaciar muchos conos volcánicos colapsaron y se produjeron grandes corrimientos de tierra. Pero en esa época había poca gente el mundo.
Daniel Tormey, del ENTRIX, ha estudiado [8] lo que ocurrió hace 11.000 años en Planchón-Peteroa (Chile). Un tercio del cono volcánico colapsó movilizándose 10.000 millones de metros cúbicos de rocas que recorrieron 95 km y que cubrieron un total de 370 kilómetros cuadrados de superficie. Según Tormey el fenómeno se debió a la fusión de un glaciar.
Tormey sospecha que según aumenten las temperaturas y se produzcan más lluvias en ciertos lugares la historia se volverá a repetir a lo largo de todo el mundo. Hay muchas personas que viven en la falda de volcanes susceptibles de sufrir algo así, con lo que las consecuencias pueden ser catastróficas. Hay 39 ciudades con poblaciones superiores a los 100.000 habitantes a menos de 100 Km de volcanes que ya colapsaron en el pasado y son susceptibles de hacerlo de nuevo. El riesgo es especialmente importante en los Andes.
Según un estudio [9], [10] los EEUU y otros países populosos se enfrentarán a una amenaza severa de sequías prolongadas en las próximas décadas. La causa será el aumento de temperatura debido al cambio climático, que aumentarán las condiciones para la sequía en los próximos 30 años.
El estudio está basado en 22 modelos climáticos y en un índice amplio sobre las condiciones de sequía, así como en análisis de estudios previos sobre grandes regiones de Eurasia, África y Australia. Los modelos tienen en cuenta proyecciones sobre las emisiones de gases de efecto invernadero y fenómenos como El Niño.
Por el contrario, en algunas regiones como Alaska o Escandinavia el clima será más húmedo.
Según los investigadores esta amenaza debe ser conocida por el gran público ya que sus consecuencias para la población mundial serán enormes.
Así por ejemplo, dos tercios del Oeste de EEUU serán más secos para la década de 2030. Pero otros países también se verán afectados, como la mayor parte de Latinoamérica incluyendo gran parte de Brasil y México. También se verán afectados los países limítrofes con el Mediterráneo, grandes partes del Suroeste de Asia, Sureste de Asia incluyendo partes de China y sus vecinos y la mayoría de África y Australia. Algunas regiones como el Norte de Europa, Rusia, Alaska y otros lugares en el hemisferio Sur verán disminuido su riesgo de sequías, pero a nivel global este riesgo se incrementará en promedio.
Este pronóstico parece confirmase por otro estudio [11], al menos para Perú y Bolivia, que se convertirán en desierto en muchas partes si la temperatura se eleva de 1,5 a 2 grados. Esto es especialmente importante para la capital boliviana (La Paz) que podría quedarse sin agua y sin agricultura con la que abastecer a su población. El estudio está basado en registros de sedimentos del lago Titicaca y pronostica una grave situación para dentro de 30 años.
Mares y océanos
Un grupo de científicos marinos sostiene [12] que la muerte masiva de coral en el Sureste de Asia y en el Océano Índico sucedida recientemente resalta la urgencia de controlar las emisiones de dióxido de carbono.
Muchos de los arrecifes de estos lugares del globo (Seychelles, Sulawesi, Filipinas, Sri Lanka, Birmania, Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia…) están blaqueándose y muriendo. El último suceso de este tipo es seguro el peor evento de esta clase desde 1998 y probablemente sea el peor conocido por la ciencia. Un 80% de las colonias de Acropora y un 50% de las colonias de otras familias han desaparecido desde mayo de este año hasta que se elaboró este informe. La superficie cubierta por el coral ha caído de un 50% a un 10% y la escala de este evento es tal que el coral necesitará (si le dejan) muchos años en recuperarse. Además tiene un gran impacto sobre la industria turística y pesquera de la región. Los buceadores de recreo dejan un capital esencial en algunas de estas regiones y son precisamente las regiones que más dependen de este negocio y de la pesca las más afectadas por este evento.
Recordemos que los arrecifes de coral son el equivalente en el océano en biodiversidad a las selvas tropicales. El coral produce además una riqueza económica cifrada en 375.000 millones de dólares al año.
La causa de este blanqueamiento ha sido la alta temperatura del agua, que se ha mantenido durante meses, en la región. Se registró un pico de 34 grados centígrados en julio, cuatro grados por encima del promedio. Una temperatura demasiado alta expulsa las algas simbiontes que viven dentro del coral, éste pierde color (se blanquea) y finalmente muere si no las recupera.
Según estos expertos este tipo de episodios se seguirán sucediendo hasta que se logre controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. Según ellos hay que hacer esto mismo muy rápido, porque de otro modo se pondrán en peligro la forma de vida y estabilidad social de decenas de millones de personas que viven en la región.
Pero si creíamos que la situación de los corales es mejor en otras zonas del globo nada más lejos de la verdad. Un estudio [13], [14], [15] sobre el coral en el Caribe arroja un pronóstico también grave. En este estudio han participado colaboradores de 22 países, que han vigilado el coral durante años. El 80% del coral que se ha estudiado se ha blanqueado y un 40% ha muerto. Es un efecto de la ola de calor de 2005, cuya temperatura excedió cualquier registro de los últimos 150 años. El problema es que este blanqueamiento se produce a un ritmo superior al de recuperación.
Este año ha vuelto ha sufrir un blanqueamiento severo de una magnitud muy similar. Se cree que en esta ocasión ha sido producido por La Niña. Se espera que los sucesivos eventos de este tipo sean cada vez peores. De nuevo urge controlar las emisiones de dióxido de carbono.
El problema no es sólo que emitamos mucho dióxido de carbono, sino que además destruimos a los seres y ecosistemas capaces de fijarlo.
El dióxido de carbono no solamente es secuestrado por las plantas, sino además por los animales. Después de décadas cazando ballenas y otras especies grandes y longevas, se ha alterado la habilidad de los océanos de almacenar este gas de efecto invernadero. Al menos así se pone de relieve en un estudio [16] realizado por científicos de varias instituciones.
Una sola ballena contiene tanto carbono como los mayores árboles. Durante un siglo se han cazado ballenas en tal cantidad que se ha emitido tanto dióxido de carbono como el equivalente a destruir 30 millones de hectáreas de bosque templado.
Aunque la eliminación de estos animales aumenta la presencia de otros, la capacidad de almacenar carbono de estos últimos es mucho menor. Además, los grandes vertebrados, al morir, se llevan su masa al fondo del mar y aleja su contenido en carbono de la atmósfera.
Según sostienen los autores del estudio, conservar los grandes vertebrados marinos debe ser una prioridad también a la hora de tener en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero.
Conservar las poblaciones de estos animales es al parecer más efectivo en este aspecto que la fertilización con hierro del mar y otras ideas. Además es gratis, automático y no necesita la intervención humana, bueno, sólo la no intervención.
El número de ballenas azules ha disminuido en un 99% en los últimos tiempos.
Pero este problema de la sobrepesca se va a acabar pronto, porque, básicamente, dentro de poco ya no quedarán más peces en el mar si seguimos así. Así de crudo se expone en un estudio [17], [18], [19] procedente de uno de los países que tampoco se caracteriza por conservar mucho las reservas pesqueras.
Este es el resultado de la expansión sistemática la industria pesquera. Pese a la idea romántica que se pueda tener, la mayor parte de las capturas son realizadas por grandes empresas que, usando alta tecnología, desplazan a cualquier pequeño pesquero artesanal.
Según el estudio, las regiones del mar sobre las que se pesca han crecido a razón de un millón de kilómetros cuadrados al año desde 1950 a 1970 y se triplicó en los ochenta y noventa hasta alcanzar un incremento anual en tamaño igual a la superficie ocupada por la selva del Amazonas.
Las capturas eran de 19 millones de toneladas en 1950, se alcanzó un pico de 90 millones de toneladas en los ochenta y cayó a 87 toneladas en 2005. Este declive no se debe a políticas de conservación, sino a que, básicamente, ya no quedan más sitios donde pescar. Sólo el 0,1% de la superficie oceánica está declarada como reserva.
Según uno de los autores si hay pescado en el mercado es porque se está sobrepescando y se recorre toda la cadena alimenticia del océano para poder así proporcionar cualquier especie de pez al consumidor.
La era de la expansión pesquera ha terminado y mantener el actual suministro simplemente no es posible. Basta un cálculo sobre la producción marina para saberlo, según los autores.
Si seguimos engañándonos no solucionaremos el problema y esas grandes compañías obviamente no harán nada por controlar la pesca a no ser que se lo impidamos.
La única manera de escapar a la tragedia de los bienes comunales es crear normas comunes de obligado cumplimiento para todos. No es cierto que el mar no tenga dueño, es de todos y de las futuras generaciones.
La situación del planeta se podría resumir en lo que se dice en el informe ‘Climate Vulnerability Monitor 2010: The State of the Climate Crisis’, que se presento en Londres hace poco.
Según este informe el cambio climático producirá un aumento de plagas, enfermedades, huracanes, lluvias torrenciales, sequías, etc. En definitiva, hambre y desastres que producirán un millón de muertes anuales a partir de 20 años. Obviamente serán los pobres los que se verán más afectados. De los 184 países analizados 170 presentan un alto nivel de vulnerabilidad. En particular, España presenta un alto riesgo de desertificación.
Además, el informe estima que actualmente ya mueren 300.000 personas al año debido al cambio climático.
En el informe se advierte de que nos encontramos frente a una amenaza seria e incluso irreversible. Según los autores el tiempo se agota y es necesario actuar para reducir las emisiones de forma urgente en los próximos cinco años.
Fuente: Neofronteras
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