Acidificación de los mares
Uno de los efectos secundarios que, por desgracia, se suele ignorar a la hora de tener en cuenta las emisiones antropogénicas de dióxido de carbono es el del aumento de la acidez en los océanos. Durante el pasado siglo los océanos han absorbido cerca de la mitad del dióxido de carbono arrojado a la atmósfera por las actividades humanas. El dióxido de carbono se disuelve en el agua carbonatándola y aumentando su acidez por la presencia de ácido carbónico. Básicamente estamos convirtiendo el agua del mar en gaseosa.
Pero los organismos que construyen conchas o estructuras de carbonato cálcico (como los corales) son los que al final terminan pagando la factura. A los corales y a los moluscos les es más difícil construir dichas estructuras porque la acidez del agua tiende a disolverlas. Lo peor es que este fenómeno se está dando a un ritmo superior al ritmo de adaptación que puede proporcionar la evolución natural.
Según un estudio a publicar en Limnology and Oceanography el problema ya ha comenzando, y puede que precisamente este efecto esté también contribuyendo al declive de la población de moluscos que se viene dando desde hace tiempo. Investigadores de la Universidad de Stony Brook afirman que el efecto ya se hace notar en almejas, vieiras y ostras. Chris Gobler y Stephanie Talmage muestran que la clave está en los estados larvarios de estas especies, que son extremadamente sensibles al aumento de dióxido de carbono disuelto en el agua marina.
“En décadas recientes, hemos visto a los océanos amenazados por la sobrepesca, la proliferación de algas perjudiciales o el aumento de la temperatura. Nuestros hallazgos sugieren que la acidificación supone un riesgo de igual gravedad para los recursos de nuestros océanos”, dice Gobler.
Talmage y Gobler examinaron en el laboratorio el crecimiento y supervivencia de larvas de las tres especies comerciales mencionadas anteriormente, que además son valiosas ecológicamente. Criaron a las larvas en contenedores en donde eran expuestas a distintas concentraciones de dióxido de carbono dentro de la gama que se da y se espera que se dé en el presente siglo y posteriormente.
Bajo concentraciones estimadas que se den al final de siglo, las larvas de almeja y vieira mostraron una supervivencia un 50% menor. Además estas larvas eran menores y necesitaron más tiempo para llegar a su estadio juvenil. Las ostras crecían más lentamente aunque su supervivencia no se veía muy afectada.
Según Talmage, cuanto más tiempo pasen en estado larvario más expuestas están las larvas a diversos peligros. Como las larvas son nadadoras corren más riesgos de ser devoradas por los depredadores. Un pequeño cambio en la duración de la fase de larva puede tener un gran efecto en el número de larvas que sobreviven y esto podría alterar la composición de la población entera.
Aunque los niveles de dióxido de carbono disuelto en el agua continuarán subiendo durante este siglo, los organismos costeros están ya expuestos a altos niveles de dióxido de carbono. Según Talmage esto podría ser una razón más por la cual vemos un declive en las reservas de moluscos a lo largo del tiempo. Hemos culpado de esto a las mareas rojas, a la sobreexplotación o a episodios de baja oxigenación. Sin embargo, es probable que la acidificación también haya contribuido a este declive de las poblaciones de moluscos.
Los investigadores esperan que este estudio contribuya a mejorar el éxito en la repoblación de estas especies. En Long Island ya hay personas que con la acuicultura crían larvas en instalaciones especiales y luego las liberan en los estuarios. Según Talmage, se les podría aconsejar sobre las condiciones ideales de dióxido de carbono a la hora de criar las larvas y darles otras sugerencias a la hora de liberarlas en un momento en el que las condiciones locales sean favorables.
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