Sobre el crecimiento de la población mundial
Posted on 0:39 by Carlos Paniagua
El crecimiento global de la población se ha ralentizado significativamente, pero no se ha parado. Para 2050 habrá un 35% más de población en la Tierra que hoy en día. Ya estamos viendo un aumento en la escasez de comida, agua y otros recursos, y el número de hambrientos está creciendo.
Entrar en una discusión acerca de limitar el número de habitantes es entrar en un territorio sensible y controvertido. Quizás esto no es una sorpresa, ya que desde los años sesenta, cuando el crecimiento de población empezó a ser un asunto de preocupación generalizada, la discusión tuvo un tono racista, en el que se señalaba a las naciones en vías de desarrollo.
Actualmente se entiende que la clave del asunto del crecimiento de población es la presión destructiva que la actividad humana está ejerciendo sobre los sistemas que soportan la vida, y que suponen una amenaza creciente al sostenimiento de la civilización.
Desde luego, todo esto no se debe sólo al número de humano; se debe además a cuánto consume cada humano. Esta es la razón por la cual EEUU, con sus 300 millones de habitantes y su alto consumo per capita, debería ser considerado como el país más superpoblado de la Tierra. Es además la razón por la que la aparición de “nuevos consumidores” constituye un gran asalto a los sistemas que soportan la vida en el planeta. Es más, los 2300 millones de habitantes que se añadirán para 2050 socavarán aún más gravemente estos sistemas que los 2300 millones previos, y cada persona, en promedio tendrá que ser mantenida por recursos cada vez más escasos y de peor calidad a un mayor coste medioambiental.
Aún así mucha gente asume que la humanidad podrá soportar fácilmente más de 9000 millones de habitantes a partir de 2050. Tamaña confianza ignora algunas posibilidades inexorables. Hay sólo dos maneras de parar el crecimiento de la población: disminuyendo el ritmo de nacimientos o aumentando la tasa de muertes.
Ya hemos visto el aumento de la tasa de muertes en el sur de África y Rusia, y puede que haya más aumentos de este tipo por venir, especialmente cuando el cambio climático desestabilice los sistemas agrícolas. Incluso hoy, más de 1000 millones de personas pasan hambre.
Frecuentemente prometemos a los países en vías de desarrollo que si adoptan sólo buenas políticas… ellos, también, serán capaces de disfrutar del estilo de vida del primer mundo. Esta promesa es imposible, es una patraña cruel: nosotros estamos teniendo dificultades para soportar el estilo de vida del primer mundo, incluso ahora, para sólo 1000 millones de personas.
Jared Diamond
El deterioro medioambiental resultante de más gente consumiendo todavía aún más recursos añadirá una carga pesadísima sobre aquellos menos capaces de soportarla, como lo serán esa gran mayoría de miles de millones de personas adicionales que vivirán en las naciones más pobres, donde la pobreza y la alta tasa de nacimientos están íntimamente relacionadas. La población de Uganda, por ejemplo, se espera que crezca de los 33 millones de habitantes de la actualidad hasta los 91 millones en los próximos 40 años. El rápido aumento de la población socavará los esfuerzos de desarrollo del país. El resultado será una educación más pobre, una ausencia de servicios públicos de salud y unas infraestructuras inadecuadas a cambio de un fomento de la natalidad.
La prioridad sobre los asuntos relacionados con la población ha menguado comparado con la preocupación acerca del desarrollo. Si el crecimiento de la población continúa sin reducirse, nos tememos que los problemas de desarrollo serán “resueltos” por el aumento en la tasa de muertes. Por esta razón, el esfuerzo por reducir el aumento de la población debe de ser tratado como un asunto de derechos humanos.
La manera de disminuir la natalidad es bien conocida. Consiste en un cambio cultural hacia un aumento de la educación y el estatus de la mujer, haciendo que la planificación familiar y el aborto seguro estén ampliamente disponibles, y moviéndose hacia un mundo en donde cada niño sea un niño deseado.
Casi todos los países en vías de desarrollo tienen programas de planificación familiar, pero necesitan desesperadamente un apoyo renovado. Tiene que haber un reconocimiento, al nivel político más alto, de la importancia de reducir la tasa de natalidad, tanto como un asunto de derechos humanos como un contribuidor demostrado a un desarrollo exitoso.
Esto debe de ser unido a los programas sociales de salud y bienestar, la educación (especialmente dirigido a las niñas) y a la apertura de oportunidades a la mujer de participar en la economía de sus naciones. Un ejemplo de lo que se puede conseguir lo proporciona el banco Grameen, que ofrece créditos a gente pobre de Bangladesh, especialmente a mujeres. No hay dudas de que ha ayudado a reducir la tasa de natalidad mediante la simple estimulación de la raíces del desarrollo económico.
De algún modo, la actitud cultural hacia las grandes familias que hay por todos los lados debe de cambiar. Debe de considerarse inmoral tener un número excesivo de hijos (una actitud que existe en muchas naciones industrializadas con bajas tasas de natalidad). Nada es más claro que la responsabilidad gubernamental en mantener la población de una nación en su tamaño sostenible con medidas benevolentes.
A la vez de cambiar el aumento de la tasa de natalidad, no debemos de olvidar el asunto de la presión de un consumo excesivo por parte de los más ricos. La humanidad necesita hablar a nivel mundial acerca de este asunto, quizás a través del marco que hemos llamado Millennium Assessment of Human Behavior.
Éste es un foro para el dialogo mundial sobre las claves éticas y los asuntos culturales relacionados con el aprieto en el que se encuentra la raza humana. El elemento de discusión más importante debe de ser cómo parar el crecimiento de la población mundial y dar comienzo a un declive en esta tendencia, como afortunadamente comenzó a pasar en Europa y Japón. Si se puede hacer, entonces es posible un futuro sostenible para la civilización.
Paul Ehrlich
El inexorable aumento de la población ha sido el tema dominante en nuestro planeta durante siglos. En la historia reciente, los días conocidos que hayan terminado con menos personas que con los que empezaron son extremadamente raros. El más reciente se dio el 26 de diciembre de 2004, cuando un tsunami en el Índico mató a 250.000 personas. Otras 160.000 murieron por otras causas y el nacimiento de 370.000 niños no pudo compensarlo, según el medioambientalista Robert Engelman y su libro “More”.
Hay irse a la década de los setenta para encontrar otros momentos similares, como el terremoto Tangshan en China del 28 de julio de 1976 o el ciclón que impactó en Bangladesh el 12 de noviembre de 1970, ambos eventos mataron 250.000 personas. Incluso la gran hambruna china de 1958 a 1961, que provocó 15 millones de muertos, sólo hizo una pequeña mella en el crecimiento de la población en lugar de pararlo.
Yendo más atrás en el tiempo, las 70.000 muertes causadas por la bomba arrojada sobre Hiroshima en agosto de 1945 superó el crecimiento de la población en 60.000 personas, que de otro modo se hubiera dado ese día. Con un número de bajas inferior, lo mismo probablemente no es cierto para la bomba de Nagasaki tres días más tarde. Incluso un día particularmente malo de la primera guerra mundial, como el 1 julio de 1916 cuando sólo los británicos perdieron 20.000 hombres en la batalla de Somme (Francia), probablemente no paró el aumento de la población mundial. Sin embargo, la pandemia de gripe de 1918 a 1920, que mató a 50 millones de personas ciertamente sí lo hizo.
El mayor impacto relativo sobre la población mundial se dio durante la Peste Negra en el siglo XIV, que quizás mató a 75 millones de personas y redujo la población de Europa en un 30%.
Las cosas serán muy diferentes en el futuro. Habrá desastres y guerras, desde luego, pero algún tiempo después de 2050 el mundo entrará en una nueva era en la que la población mundial disminuya durante muchos días. Podemos simplemente tener menos niños.
Alison George
Fuente: Neofronteras, http://neofronteras.com/?p=2855
Entrar en una discusión acerca de limitar el número de habitantes es entrar en un territorio sensible y controvertido. Quizás esto no es una sorpresa, ya que desde los años sesenta, cuando el crecimiento de población empezó a ser un asunto de preocupación generalizada, la discusión tuvo un tono racista, en el que se señalaba a las naciones en vías de desarrollo.
Actualmente se entiende que la clave del asunto del crecimiento de población es la presión destructiva que la actividad humana está ejerciendo sobre los sistemas que soportan la vida, y que suponen una amenaza creciente al sostenimiento de la civilización.
Desde luego, todo esto no se debe sólo al número de humano; se debe además a cuánto consume cada humano. Esta es la razón por la cual EEUU, con sus 300 millones de habitantes y su alto consumo per capita, debería ser considerado como el país más superpoblado de la Tierra. Es además la razón por la que la aparición de “nuevos consumidores” constituye un gran asalto a los sistemas que soportan la vida en el planeta. Es más, los 2300 millones de habitantes que se añadirán para 2050 socavarán aún más gravemente estos sistemas que los 2300 millones previos, y cada persona, en promedio tendrá que ser mantenida por recursos cada vez más escasos y de peor calidad a un mayor coste medioambiental.
Aún así mucha gente asume que la humanidad podrá soportar fácilmente más de 9000 millones de habitantes a partir de 2050. Tamaña confianza ignora algunas posibilidades inexorables. Hay sólo dos maneras de parar el crecimiento de la población: disminuyendo el ritmo de nacimientos o aumentando la tasa de muertes.
Ya hemos visto el aumento de la tasa de muertes en el sur de África y Rusia, y puede que haya más aumentos de este tipo por venir, especialmente cuando el cambio climático desestabilice los sistemas agrícolas. Incluso hoy, más de 1000 millones de personas pasan hambre.
Frecuentemente prometemos a los países en vías de desarrollo que si adoptan sólo buenas políticas… ellos, también, serán capaces de disfrutar del estilo de vida del primer mundo. Esta promesa es imposible, es una patraña cruel: nosotros estamos teniendo dificultades para soportar el estilo de vida del primer mundo, incluso ahora, para sólo 1000 millones de personas.
Jared Diamond
El deterioro medioambiental resultante de más gente consumiendo todavía aún más recursos añadirá una carga pesadísima sobre aquellos menos capaces de soportarla, como lo serán esa gran mayoría de miles de millones de personas adicionales que vivirán en las naciones más pobres, donde la pobreza y la alta tasa de nacimientos están íntimamente relacionadas. La población de Uganda, por ejemplo, se espera que crezca de los 33 millones de habitantes de la actualidad hasta los 91 millones en los próximos 40 años. El rápido aumento de la población socavará los esfuerzos de desarrollo del país. El resultado será una educación más pobre, una ausencia de servicios públicos de salud y unas infraestructuras inadecuadas a cambio de un fomento de la natalidad.
La prioridad sobre los asuntos relacionados con la población ha menguado comparado con la preocupación acerca del desarrollo. Si el crecimiento de la población continúa sin reducirse, nos tememos que los problemas de desarrollo serán “resueltos” por el aumento en la tasa de muertes. Por esta razón, el esfuerzo por reducir el aumento de la población debe de ser tratado como un asunto de derechos humanos.
La manera de disminuir la natalidad es bien conocida. Consiste en un cambio cultural hacia un aumento de la educación y el estatus de la mujer, haciendo que la planificación familiar y el aborto seguro estén ampliamente disponibles, y moviéndose hacia un mundo en donde cada niño sea un niño deseado.
Casi todos los países en vías de desarrollo tienen programas de planificación familiar, pero necesitan desesperadamente un apoyo renovado. Tiene que haber un reconocimiento, al nivel político más alto, de la importancia de reducir la tasa de natalidad, tanto como un asunto de derechos humanos como un contribuidor demostrado a un desarrollo exitoso.
Esto debe de ser unido a los programas sociales de salud y bienestar, la educación (especialmente dirigido a las niñas) y a la apertura de oportunidades a la mujer de participar en la economía de sus naciones. Un ejemplo de lo que se puede conseguir lo proporciona el banco Grameen, que ofrece créditos a gente pobre de Bangladesh, especialmente a mujeres. No hay dudas de que ha ayudado a reducir la tasa de natalidad mediante la simple estimulación de la raíces del desarrollo económico.
De algún modo, la actitud cultural hacia las grandes familias que hay por todos los lados debe de cambiar. Debe de considerarse inmoral tener un número excesivo de hijos (una actitud que existe en muchas naciones industrializadas con bajas tasas de natalidad). Nada es más claro que la responsabilidad gubernamental en mantener la población de una nación en su tamaño sostenible con medidas benevolentes.
A la vez de cambiar el aumento de la tasa de natalidad, no debemos de olvidar el asunto de la presión de un consumo excesivo por parte de los más ricos. La humanidad necesita hablar a nivel mundial acerca de este asunto, quizás a través del marco que hemos llamado Millennium Assessment of Human Behavior.
Éste es un foro para el dialogo mundial sobre las claves éticas y los asuntos culturales relacionados con el aprieto en el que se encuentra la raza humana. El elemento de discusión más importante debe de ser cómo parar el crecimiento de la población mundial y dar comienzo a un declive en esta tendencia, como afortunadamente comenzó a pasar en Europa y Japón. Si se puede hacer, entonces es posible un futuro sostenible para la civilización.
Paul Ehrlich
El inexorable aumento de la población ha sido el tema dominante en nuestro planeta durante siglos. En la historia reciente, los días conocidos que hayan terminado con menos personas que con los que empezaron son extremadamente raros. El más reciente se dio el 26 de diciembre de 2004, cuando un tsunami en el Índico mató a 250.000 personas. Otras 160.000 murieron por otras causas y el nacimiento de 370.000 niños no pudo compensarlo, según el medioambientalista Robert Engelman y su libro “More”.
Hay irse a la década de los setenta para encontrar otros momentos similares, como el terremoto Tangshan en China del 28 de julio de 1976 o el ciclón que impactó en Bangladesh el 12 de noviembre de 1970, ambos eventos mataron 250.000 personas. Incluso la gran hambruna china de 1958 a 1961, que provocó 15 millones de muertos, sólo hizo una pequeña mella en el crecimiento de la población en lugar de pararlo.
Yendo más atrás en el tiempo, las 70.000 muertes causadas por la bomba arrojada sobre Hiroshima en agosto de 1945 superó el crecimiento de la población en 60.000 personas, que de otro modo se hubiera dado ese día. Con un número de bajas inferior, lo mismo probablemente no es cierto para la bomba de Nagasaki tres días más tarde. Incluso un día particularmente malo de la primera guerra mundial, como el 1 julio de 1916 cuando sólo los británicos perdieron 20.000 hombres en la batalla de Somme (Francia), probablemente no paró el aumento de la población mundial. Sin embargo, la pandemia de gripe de 1918 a 1920, que mató a 50 millones de personas ciertamente sí lo hizo.
El mayor impacto relativo sobre la población mundial se dio durante la Peste Negra en el siglo XIV, que quizás mató a 75 millones de personas y redujo la población de Europa en un 30%.
Las cosas serán muy diferentes en el futuro. Habrá desastres y guerras, desde luego, pero algún tiempo después de 2050 el mundo entrará en una nueva era en la que la población mundial disminuya durante muchos días. Podemos simplemente tener menos niños.
Alison George
Fuente: Neofronteras, http://neofronteras.com/?p=2855
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